lunes, 4 de julio de 2011

El placer de escribir

Les digo amigos, escribir a los 41 (en los 40 suena mas elegante) puede parecer una cosa sencilla pero en realidad no lo es. Sobre todo si no lo hiciste 20 años antes o si solo lo hiciste ante una necesidad imperiosa como lo fue durante tus estudios en la universidad (si es que fuiste), en una carta de amor a tu primera novia (si es que la tuviste) rogándole por una reconciliación, en un correo a una amistad querida que se encuentra lejos (si es que entiendes lo que es estar lejos de verdad y no a la vuelta de una esquina), y otros etcétera que no alcanzo a imaginar pero que seguro deben ser tan válidos como los anteriores. No incluyo aquí lo que hoy hacemos encapsulando palabras en criptogramas (a través del celular o en los diversas formas de chats) que simplemente representan guiños y señas de un desdichado mensaje ahogado en las frías aguas del silencio. Escribir puede parecernos una tarea tediosa e inútil, cuando en nuestra principal forma, aunque reducida manera de racionalizar las cosas desde una perspectiva monetarista, se vuelve una actividad totalmente irrelevante por su nula capacidad productiva (excluyo a los escritores de profesion, cuya apreciacion seria otra, tengan o no exito en el mercado de las escrituras).
Si bien es cierto que las nuevas tecnologías han facilitado ampliamente las maneras en que nos comunicamos, la calidad en la forma como lo hacemos no parece haber mejorado, y muy por el contrario ha desmejorado notablemente. Mas allá del análisis que esta aparente contradicción amerita, solo lo hago para reforzar mi anterior afirmación sobre la actual atrofia en nuestra capacidad de escribir, actividad que nos ha ennoblecido como seres humanos por ser una importante herencia de nuestra evolución, y a la que le debemos invaluables logros como sociedad que se proyecta en el tiempo, muy a pesar de nuestras limitadas capacidades físicas adaptativas al medio ambiente.
Lo que quise expresar a través de este breve elogio a la condición humana, género al cual me siento muy afortunado de pertenecer (les aseguro que hay algunos que desearan ser cualquier otra cosa!) es simplemente eso: reafirmar mi humanidad! Y de qué manera?, dirán ustedes (o tu, si eres uno solo): a través de estas líneas, que hacen un párrafo, que hacen ideas, que nacen en mi cabeza, que surgieron de todo lo que hoy he acumulado y aprendido, que tienen alguna intención de hacerme comunicar con otros iguales que yo (y otros no tan iguales, que alivio!), que escribo con mis manos, que leo con mis ojos para saber si es así lo que quiero decir, que me puede producir risa, preocupación, enfado, desesperación y calma, similar a la mejor de las alucinaciones del pensamiento!.
Escribir entonces, más que una necesidad por considerarme un ser humano, sin más epítetos o calificativos de algún tipo o naturaleza, es un gran deseo y un gran placer. Algo que siempre tuve en mente más allá de mis apasionados y llenos de locura años 20, lejos de mis escritos universitarios, mucho mas lejos de mis inocentes rimas en las cartas a la primera novia, hacerlo a estas alturas de mi existencia me hace sentir mas completo que antes de haberlo empezado a olvidar (CARAJO! que bueno es Mozart para acompañarte a escribir [gracias bela, tenías razón]). Una vez que he soltado los temores (la verdad es que ya no se cuales son, pero les juro que estaban allí a mi lado pateando todas mis inquietudes) y me he concedido algo de libertad para escribir (no obtendremos nuestra libertad plena hasta que nosotros mismos aspiremos ser libres verdaderamente), mi percepción de Vida se expande a cada segundo casi hacia el infinito (y no exagero [o será Mozart?!]). En ese momento de expansión logro la conexión con lo más humano de mí, y como en un flashback me hago parte de cualquier pasado de la historia de la humanidad, me preocupo a su vez por mi presente y el de los demás y simultáneamente me proyecto hacia el futuro de toda la humanidad, que en definitiva es el mío también.
Escribir tal y como lo hago ahora, esperaba haberlo comenzado hace tiempo. No lo hice sino mucho después de la universidad, de las cartas de un noviazgo remoto y de lo mas reciente, las cartas a mi gran amiga bela, existiendo muy lejos de donde estoy yo ahora. Como también te dije, no lo consideré o le reste importancia, por su escaso valor en mi limitada apreciación del mundo en ese entonces. A mis 41 años de vida, momento sabio para apreciarlo todo, no me lamento del tiempo transcurrido sino siento la alegría que hoy me produce hacer las cosas. Emoción que quisiera contagiar y es por esto que le dediqué algunas líneas de mas al tema de mis escritos. Emoción que significa la pasión por ser humanos, libres y  parte de este planeta y de todo lo que en él existe. Emoción que descubrieron nuestros antepasados y que igualmente quisieron contagiar a sus congéneres, a través de los códigos del lenguaje utilizados en su época e inmortalizarlos en el tiempo, a través de la escritura. Espero que lo sigamos haciendo así, por los siglos de los siglos.

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